viernes, junio 06, 2008

Con el corazón desarmado

Espero que les guste... los adoro. Esta historia me gustó mucho... incursioné en lo que es jugar con el tiempo =D que Dios los guarde y espero comentarios.


Con el corazón desarmado


Por fin, alguien había entrado en su habitación, gritaba y gritaba que lo ayudaran; de pronto su mamá se quedó estupefacta, parada al pie de su cama, parecía que había visto un fantasma, lo siguiente que sucedió dejó a Armando más impactado de lo que ya estaba (si era posible que eso sucediera). Su mamá comenzó a llorar y fue directamente hacia él mientras llamaba a su papá.
Cuando su papá llegó su mamá estaba inundando el dormitorio de lágrimas, Armando no comprendía lo que sucedía, su papá hizo exactamente lo mismo, no decían ni una sola palabra, solo lloraban y decían “NO PUEDE SER”; 15 minutos después llegó Rodolfo (o mejor dicho, el Dr. Sánchez, como le decían sus padres que lo llamara), el médico de la familia, sacó su estetoscopio y lo comenzó a examinar. Armando siempre se había inquietado ante un estetoscopio, no sabía por qué, pero no le gustaban.

Por fin, después de 20 minutos de haber sido ojeado por más de 5 aparatos médicos de maletín, el médico dirigió una mirada trágica a sus padres...

- Lo siento, no pude hacer nada – les dijo con una profunda melancolía; al Dr. Sánchez siempre le había caído bien Armando, decía que era un chico “centrado en sus cosas” y que no se dejaba influenciar por los “típicos jóvenes” – no había nada que ustedes pudieran hacer, ya era muy tarde de todas maneras, parece que había sufrido una herida previa pues estaba vendado, la cosa no parece grave, sin embargo la venda está bañada en sangre ¿ustedes no saben nada? Parece que esta herida fue hecha hace ya unas horas…

- Hay no... ¿A qué te refieres Rodolfo? – preguntó la mamá de Armando bañada en lágrimas - Quieres decir que llevaba varias horas mu... mue, sabes a lo que me refiero... ¿El cuerpo de Armando estuvo sin vida durante mucho tiempo? – soltó al fin, y se frotó los ojos con sus manos, a Armando le pareció escuchar un sollozo cuando ella hizo esto.

- Sí, aparentemente de eso se trata, verán... cuando el cuerpo deja de funcionar totalmente tarda algunos mo...

- ¡No necesitamos ese tipo de explicaciones Rodolfo! – intervino de pronto el papá de Armando de una manera muy brusca – no te parece que es un poco sádico hablarnos de eso cuando nuestro hijo está tumbado en una cama, MUERTO.

La mamá de Armando soltó un grito y él mismo pegó un salto. Cómo era posible que eso estuviera sucediendo, si él estaba ahí, parado al lado de su mamá, poniéndole una mano en el hombro en forma de apoyo, tratando de que dejara de llorar.

Armando no sabía qué pasaba, y deseaba con todas sus fuerzas saberlo, cómo podría ser que de un día para otro estuviera muerto. Lo último que recordaba era haber estado en el baño del club, lavándose la cara, después de su práctica de tenis.

- ¿Te apuras Armando? Javier y yo ya nos vamos – le había dicho Figo, su mejor amigo – hay que ver que tú sí que te demoras en el baño.

- Ya, ya estoy, tenía que lavarme la herida, y no te quejes que tú me la hiciste – dijo él tratando de no sonar como reproche.

- Y hablando de heridas – había continuado Figo con cara de inocente - ¿cómo te sientes con lo de Juliana?

- Supongo que bien ¿no?, ella puede hacer su vida, y francamente no creo que quiera quedarse atada a un chico de 15 años llamado Armando, ¿Qué clase de nombre es ese? Y con la figura que tengo, la verdad es que no la culpo – se lamentó de una manera frustrada.

- ¡Armando no seas idiota! – le gritó Figo dándole un golpe en la coronilla – tú eres un partidazo, eres del equipo nacional de tenis, delegado de tu curso, ¿Qué más se puede pedir?, ¡te hablo en serio! – le repitió al ver el gesto que Armando le hizo – para mi que fue otra cosa lo que le hizo terminar contigo.

- Solo sé que no voy a odiarla, no puedo odiarla, porque... bueno las cosas no iban del todo bien, mira 6 meses, ¿es bastante no?

- Ahora me vas a decir que ella se aburrió – le dijo Figo en tono de burla.

- No, ella no es de ese tipo de chicas...

Y se marcharon. Eso era todo lo que Armando recordaba, y de pronto volvió a sentir ese profundo dolor, recordando que Juliana, la chica que había sido dueña de sus sueños desde 3er grado, había terminado con él. Era increíble creer que ni estando muerto ese dolor se iba, lo sentía ahí, comprimiéndole el corazón.

“¿Pero qué hice después?, o mejor dicho ¿Qué hice antes?” Se preguntaba Armando una y otra vez, solo recordaba que Juliana lo había llamado al salir de clases, “Armando ¿Puedes venir un momento?” y él había ido complacido al encuentro de la que entonces era su novia.

- Armando, creo que ya sabes lo que voy a decir – había comenzado Juliana con una mirada terriblemente melancólica.

- Sí, lo sé – interrumpido él, temiendo de que sus más horribles pensamientos se hicieran realidad.

- Bien, eso hace más fácil las cosas, sabes que no puedo seguir viéndote, y espero que lo entiendas.

- Sí, lo entiendo – mintió él.

- No es algo que yo quiera Armando – dijo de pronto Juliana con los ojos inundados de lágrimas – sabes que no es así, es cosa de mi familia, ellos dicen que es por mi futuro, aunque estoy segura que es porque mi padre no quiere que salga con nadie, dicen que es todo por mi bien, honestamente, yo no lo creo así, pero... ya sabes, son la familia.

- La familia ¿eh? Siempre hay que obedecerlos... mira – comenzó Armando, examinando cuidadosamente cada una de sus palabras para que sonaran tan bien como habían sonado en su mente – podemos seguir viéndonos sin que ellos lo sepan ¿no crees? – no, definitivamente no había sonado para nada bien – qué digo, olvídalo, eso está mal, y por más que no quiera que esto se termine, sé que así va a ser… las cosas andaban un poco mal ¿verdad? – dijo buscando un motivo que no sonara tan estúpido como terminar su relación por “la familia”.

- Sí, bueno, no te puedo culpar, hace 2 semanas que me dieron ese ultimátum y exactamente ahí es cuando empezaron a fallar las cosas ¿no?, me tengo que ir… pero Armando, que te quede claro que yo no termino contigo porque ya no te quiero y por favor, nunca dudes que lo nuestro fue increíble.

Y lo había dejado ahí parado. Se despidió con un fugaz beso en la mejilla y se fue. Por más doloroso que fuera ese recuerdo, por lo menos ahora sabía qué había pasado antes de ir al club, y Armando estaba seguro que ahí era donde comenzaba todo. Ahora la cosa era saber qué seguía. Su mente estaba en blanco pero tenía un presentimiento de que esa era la pieza clave para saber qué le había pasado.
Se paseó por su casa, veía a sus padres ir y venir, preparando todo para lo que parecía ser su funeral, pero nadie lo veía. Decidió salir para ver si recordaba algo, y cuando estaba en el umbral, la vio pasar, con un semblante lleno de tristeza, de una tristeza insuperable, vestida de negro, y aún así se veía hermosa. Y fue ahí cuando lo recordó.

- Eso sí que no está de pelos – había dicho Figo por tercera vez, al día siguiente de su encuentro en el club - ¿Cómo es que pudo dejarte solo por su familia?

- No lo sé Figo, y ya no quiero hablar de eso, siento un vacío enorme y no quiero que siga así, Juliana ter... ¿qué le está haciendo? – dijo de repente al observar tal escena: Un señor extraño jaloneaba a Juliana del brazo y tiraba sus libros por aquí y por allá.

- Su papá, pero qué hará aquí, él nunca viene.

- ¿Su papá? ¿Ella era mi novia verdad? ¿Por qué yo no conocía a mi suegro? – se preguntó Armando sin tener ninguna explicación.

- Que yo sepa, ella nunca quiere hablar de su familia, solo la nombra a veces y cuando se da cuenta de que lo hizo cambia de tema – terminó Figo con una extraña mirada.

- Sí pero de todas maneras, ¿por qué no me habrá presentado a su familia? Y además el que sea su papá no le da... ¡¡hey!! ¡Suéltela! ¡¡¡SUELTELA!!! – y había corrido hacia Juliana al ver a su supuesto papá zarandearla y pegarle una bofetada que la tiró al piso y ahora la levantaba bruscamente, mientras Figo se quedaba ahí como petrificado y luego reaccionaba y corría hacia ellos también.

- Ya... te... he dicho... que no me gusta... esa ropa – cada frase la enfatizaba con un golpe – pareces... una...

- ¡DEJELA EN PAZ! – había dicho por fin Armando al llegar a la escena.

- Así que este es tu noviecito, o mejor dicho tu ex noviecito – enfatizó terriblemente la palabra “ex” y una sonrisa extremadamente burlona apareció en su rostro – otro error más Juliana – y la volvió a zarandear.

- ¡Le dije que la soltara! – había gritado Armando, captando la atención de unos pocos que todavía no estaban mirándolos – será su padre pero eso...

- Armando por favor... – le suplicaba Juliana – no te metas.

- Sí Armandito... además, yo no soy el padre de esta, no, no tengo tan mala suerte, soy su “padrastro” su madre me envió a buscarla, y la veo así vestida, conversando con unos muchachos, ya tengo otra excusa más para caerle a golpes a esta... a esta p...

- ¡ARMANDO NO! – había gritado Juliana al ver cómo éste se arremetía a golpes hacia él, Armando no entendía por qué, por qué la humillaba tanto, ella estaba vestida como cualquier otra chica, conversando con sus mejores amigos; sentía una necesidad insaciable de golpearlo, de hacerle sentir cada golpe que le dio a ella 3 veces más, de descargar la rabia que había sentido desde que Juliana le dijo “ya sabes... son la familia”, de vaciar toda su fuerza en ese intento de hombre.

Pero de repente ese “intento de hombre” se había parado y aparentemente olvidado cuántos años tenía él y cuántos Armando, pues lo golpeaba como si fuera de su edad, pero un grito de “la policía” había frenado todo, y con un último empujón la pelea finalizó. Armando pensó que por fin lo había soltado, pero antes de que se diera cuenta había caído a la pista, y un carro venía muy cerca, demasiado cerca.

- No, detente, ¡SUÉLTAME! – gritaba Juliana ante el encarcelamiento de su padrastro – ¡tengo que verlo! ¡LO ACABAN DE ATROPELLAR POR EL AMOR DE DIOS! – y fue corriendo hacia él, Figo quien ya se encontraba ahí, le decía que no se desespere.

- Armando, en un momento llega la ambulancia, tranquilo compañero, no te preocupes.

- No me preocupo – dijo de pronto Armando, estaba consciente y no sentía casi nada de dolor, ese auto parecía no haberle hecho daño, al menos no un daño profundo, la verdad no lo había golpeado o por lo menos eso sentía Armando.



- ¿Seguro que no quieres que avisemos a tu casa? – le había dicho uno de los paramédicos que repentinamente habían llegado al lugar – Esas vendas se ven fuertes pero pueden doler...

- Sí, gracias, pero no llame a nadie – dijo Armando agarrándose las costillas.

- Pensé que morirías – dijo Figo después de unos minutos de silencio – me refiero... realmente, pensé que había perdido al mejor amigo de toda mi vida.

- Lo sé, ouch, soy el mejor – respondió Armando con una sonrisa – y ¿Dónde está ella? ¿Fue su vida la que intenté salvar después de todo no?

- Se hubiera quedado si pudiera, pero su padrastro la arrastró hacia su casa – dijo Figo excusándola – está bien, adiós – dijo al ver que Armando se levantó y comenzó a caminar – pero para que sepas, me dijo que todavía te quería...

Caminando por las calles, agarrándose las costillas del dolor, con leves retortijones, comprendió, por primera vez en su vida, lo que era sufrir por alguien.

Y luego, echado en su cama, sintió placer, placer de saber que ahora su padrastro ya no se metería con ella porque sabía que tenía a alguien a quien acudir... y luego notó esa sensación de húmedo, esa tinta roja que se esparcía por sus vendas, pero se le cerraban los ojos del cansancio (o quizás de algo más), se seguía esparciendo, toda su venda estaba manchada ahora, pero no tenía energía, así que con una sonrisa, recordó las palabras que más le habían gustado de Juliana en esos días “nunca olvides que lo nuestro fue increíble”... “fue increíble”, y con gran satisfacción, cerró los ojos... y se durmió.

Johanna Bernuy S.