sábado, octubre 20, 2012

Una visita más (La Policía Emocional I)

- Es genial estar contigo. Soy feliz... después de mucho.
Su cabello se mueve al compás del viento como en una danza que no tiene final. Sonríe y sus ojos brillan como cada vez que están juntos. La tarde está fría pero entre ellos todo es calidez, tranquilidad, romance... Ella entrelaza su mano con la de él y le dedica una sonrisa más. Todo está bien.


- ¡No puedo creerlo! ¿Planeaste todo esto para mí? ¡¡Eres increíble!!
Se acerca y la abraza dulcemente. Ah, se sentía tan bien quererla, prepararle detalles, demostrarle lo mucho que la quería. La joven tiene unos cuantos globos en su mano y mira emocionada a toda la gente, le encanta la fiesta sorpresa. Es feliz.


- No entiendo qué rayos te sucede... ¡¿por qué has actuado de esa manera?! ¡Arruinaste todo, maldición!
Sí, lo había arruinado y lo sabía. Ni siquiera puede recordar en qué pensó, solo... actuó. La joven llora y sus lágrimas se sienten como puñales. Él la había hecho llorar. Eso no estaba bien.


“Soy un idiota” repite para sí mismo mientras prepara un café. “Nunca encontrarás a alguien como ella, Hugo, nunca”, piensa. Es de noche y para variar, llueve. Menudo invierno el que les ha tocado enfrentar este año. Enciende la radio, lo que sea con tal de no pensar más en ella.

Y yo te esperare todo el tiempo que quieras, da igual. Si quieres busca en otro lugar y si lo encuentras, te puedes quedar... Te veo venir, Soledad.

- Puchamare, tienes que estar bromeando.

Apaga la radio de un manotazo, no había sido buena idea. Hacía casi tres noches que no pensaba en Luciana, en su sonrisa, en su perfume, en sus carcajadas, en los hoyuelos que se dibujaban cuando hacía muecas... y tampoco había pensado en sus lágrimas, en todas las que él le hizo derramar, en sus reclamos, en la mirada que tuvo los últimos días que estuvieron juntos. Si tan solo...

Se escuchan tres golpes. Alguien toca la puerta insistentemente, ¿quién rayos venía a la una de la mañana a interrumpir su despliegue magistral de recuerdos?

- Señor Sánchez, abra la puerta - MALDICIÓN. LOS HABÍA OLVIDADO... POR COMPLETO. Y ahora estaban ahí, una vez más - Señor, somos la Patrulla 65 de la Policía Emocional, abra la puerta.

- Ya voy, ya voy... Caray, uno no puede ni tomarse una taza de café ¡A LA UNA DE LA MAÑANA! – abre la puerta y se enfrenta al hombre y a la mujer que están del otro lado, ambos usando el clásico uniforme plomo.

- Señor, qué pena verlo una vez más esta semana – pronuncia la dama.

- Créeme que más pena me da a mí – responde con resignación – hagamos esto rápido.

- Tres recuerdos seguidos y estuvo a punto de entrar a una cavilación de nivel 5 – saca una máquina plateada y pequeña, llena de botones rojos y amarillos. Presiona unos códigos y el aparato bota un papel blanco, un recibo... otro recibo.

- Insisto en que debe haber otra forma – pronuncia casi esperanzado - ¡todavía todo es muy reciente!

- Lo siento, señor Sánchez, usted ya tuvo las tres semanas de “Duelo Emocional” otorgadas por la ley. A partir de ahora, cada recuerdo que lo lleve a una emoción negativa produce una multa, usted lo sabe.

- Ya, caramba, deja de sermonearme y dame la cosa esa – le arrancha el papel de un tirón - Si tan solo fuera tan fácil dejar de pensar en ella – mira el recibo y comprueba que esta vez no había salido tan cara la “gracia” – ya, tengo una semana para pagar ¿no?

- Sí, señor – responde la dama – realmente espero que no tengamos que regresar por lo menos en lo que queda del mes. Ya es suficiente con todo el trabajo que tenemos en Lima como para volver una y otra vez al mismo lugar.

- Si fuera tan fácil, señora, si tan fácil... – se dirige hacia la puerta y la abre, dándoles a entender que la “visita” ha terminado. Quiere sacar cuentas y ver cuánto es lo que debe en total, contando las dos veces anteriores de esa semana.

- Señor Sánchez – pronuncia la policía mirándolo a los ojos por primera vez en esa oportunidad - no espero que me crea pero realmente pienso que algún día nos estará agradecido... – baja el tono de voz - Luciana Millanez salió de su vida por una razón y es hora de seguir adelante. Buenas noches.

Ambos agentes se retiran y él se queda parado en el umbral de la puerta por un par de minutos. Seguir adelante... tan bonito que suena esa frase y tan difícil que se le hace.

- Ay, Lucianita... espero ya no pensarte más porque si no, encima de no tenerte a ti, tampoco tendré ni un sol en el bolsillo.

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Me quedé con la idea del artículo anterior (puedes leerlo AQUÍ)
y quise escribir una historia. Capaz me salga algo más por ahí y lo publico de nuevo. ¿Qué les pareció? Se agradecen los feedbacks. Comenten.

Abrazos,
Johanna

viernes, octubre 19, 2012

Llamando a la Policía Emocional


Hay cosas que deberían estar prohibidas, ¿saben? Cosas que son perfectamente legales pero que en cierto punto de nuestras vidas si alguien las prohibiera, nos haría un favor.

Por ejemplo, debería estar prohibido recordar a personas y/o cosas que nos hacen daño. Sea lo que sea que haya pasado, si te hace daño, te pone triste, te arruina el día, etc., debería estar prohibido pensarlos y quedarse embobado recordando todo.
Y no, no solo debería estar prohibido sino estar penado con multa. ¿Y cómo se regularía esto? Simple, para eso estaría la Policía Emocional. Ellos podrían saber cuándo estás pensando en esa persona o cosa en la que no deberías pensar. Es decir, ellos sabrían en qué momento estás rompiendo las reglas. Entonces, pensar en eso que te pone mal equivaldría a tener una multa de digamos... cien soles. Apuesto a que pensaríamos bien antes de ponernos a recordar nuestro pasado ¿o no?

Sería paja, creo. Una ayuda que todos necesitarían en algún momento. Pero... eso no existe, solo es producto de mi fértil y medio excéntrica imaginación (que por cierto me gustó tanto la idea que pienso escribir algo pequeñito sobre esa “realidad”). La verdad es que ese debería ser un “autoservicio”, es decir, TÚ eres tu propio Policía Emocional
Muchas veces bromeamos con aquello de “ser masoquistas” pero la realidad es que sí es así. Existen un montón de cosas que nos hacen daño a nivel emocional y lo que hacemos es ir para adelante, nos acercamos tanto que al final terminamos mal... ¡qué ganas de lastimarnos a nosotros mismos!

Asume tu rol de Policía Emocional y ponle un alto a tu mente cada vez que empieces a leer cartas antiguas, ver fotos, escuchar canciones y todas esas actividades que terminan metiéndote al hoyo. ¿Estás de ánimo para lastimarte hoy? Espero que no, ni hoy ni nunca.

Si existiera esto de la “Policía Emocional”, ¿recibirías muchas multas? Ponte a pensar en cuántas veces a la semana estarías rompiendo “la ley”. Cuéntame. Siempre es bueno leer lo que piensas.

Abrazos,
Johanna.

viernes, octubre 12, 2012

Hola, te perdono

¡Hola!


Hace dos días escribí algo sobre el perdón y me gustaría compartirlo acá.
Creo que a veces perdonar a quien nos hizo daño –en la manera que fuera- es tranca porque pensamos que eso implica olvidar. Yo creo que perdonar no se refiere a “la capacidad de olvidar” sino que más bien, perdonar es la decisión de dejar ir y recordar sin dolor.

No sé si alguien vino a tu mente cuando leíste esto, pero en caso de que haya sido así, aquí publico lo que escribí hace dos noches, mi “declaración personal de perdón”. Básicamente unas cuantas líneas en donde le digo a un compatriota que está perdonado. He borrado el nombre por obvias razones pero también para que puedas reemplazarlo con el de la persona a la que tú debes perdonar.

¿Por qué hacerlo? Porque el rencor te amarga la vida, consume energías y te hace ver feo. Además, y esta para mí es la razón fundamental, Alguien ya me perdonó y eso me muestra que yo también debo hacerlo.

Entonces, ¿te animas a repetirla en voz alta y con el nombre de esa persona?

“Hola, ___________ (nombre de tu persona). 
Quiero decirte que me dolió lo que me hiciste y sentí que no te importaba, me dolieron tus actitudes y la pasé mal. Pero elijo perdonarte, no porque piense que no importa o que lo mereces, sino porque es un mandato de Dios.

Lo que tú hiciste no se compara en lo más mínimo con lo que yo he hecho y eso Dios ya lo perdonó, así que no hay ninguna razón para que yo no lo haga contigo. También elijo hacerlo porque es imposible estar bien teniendo sentimientos feos hacia ti. 
Hoy sales de mi corazón. Adiós.”

¿Cómo te sientes ahora? Yo me sentí mejor.

Abrazos,
Johanna.

martes, octubre 09, 2012

Días negros

¡Hola!

¿Nunca has querido que un día (o quizás varios) nunca llegue? Porque estabas seguro que ese día te iría mal, porque significaba algo o porque alguna cosa pasaría... Como sea, el punto es que era casi, casi un día negro para ti.

El día se va acercando, está mordiéndote los talones y aunque no quieres, de vez en cuando piensas en eso. De pronto, cuando menos se lo esperas, LLEGA. Sí, es hoy, HOY, HOY.

¿Sabes qué pasa con ese tipo de días? Todos los tenemos y casi siempre la idea que tenemos de lo malo que resultará está en nuestra mente. Es un día diferente (en alguna forma) pero siguen siendo 24 horas que no tienen por qué alterarte.

No queremos que llegue pero lamentablemente VA A LLEGAR. En realidad no sé si “lamentablemente” porque mejor es enfrentarlo cuanto antes, ¿o no? Sacarte de una vez la duda, la espinita, lo que sea por lo que no querías que ese día llegue y llevártelo de encuentro.

Solo son 24 horas y al final de estas probablemente estés en tu cama pensando en que no fue tan malo, que sobreviviste y que ya se acabó.

Felicitaciones, sobreviviste a tu día negro. O quizás a uno de los tantos. Pero ojo, siempre regresan así que la próxima vez hay que hacer menos drama y recordar que la última vez, salimos ilesos. Ok, quizás no ilesos pero sí vivos.

Los días negros no pueden arruinar toda una vida de colores. Recuérdalo y la próxima vez, saca tu pincel.

Abrazos,
Johanna.