jueves, agosto 13, 2015

El día en que decidí dejar de hacer lo que me gusta

Me gusta el dinero, como a todos, creo. Pero en lo que va del año me enorgullezco de haber descubierto dos cosas. Primero, no me gusta tanto como hacer lo que amo. Y segundo, no me importa si debo trabajar más para ganar lo mismo si se trata de hacer lo que me hace feliz.

Entiendo que muchos ahorita me van a tildar de chibola tonta, que como no tiene familia que mantener aún, piensa que todo en la vida es fácil. Ya, amigo, relájate. Sí, la vida no es fácil pero eso no cambia el hecho de que hacer lo que amas es lo más lindo.

Fuente: Taringa
Estuve seis meses en una chamba que me gustaba, con un clima laboral increíble, con gente interesante y donde las risas no faltaban. Hacía cosas que me gustaban y que sin mucho esfuerzo me salían bien. Pero siempre llegaba ese momento del día en el que sentía que quería algo más, el momento en el que deseaba estar haciendo eso que tanto amo.

Entonces, decidí renunciar.

Muchas personas, incluso mis papás, me criticaron. Me dijeron que cómo se me ocurría dejar una buena chamba si no tenía nada fijo aún, que ya era el último ciclo de la universidad y que estar sin trabajo era un error.
Y bueno, de repente un par de veces me flaquearon las piernas y reconsideré lo que estaba haciendo, pero solo para al final volver a convencerme de que hay una gran diferencia entre hacer algo que te gusta y que te sale bien, y hacer aquello que amas, eso que te hace feliz y que no siempre te sale tan bien, pero la sudas y te la rompes tratando de que así sea.

El éxito llega cuando haces aquello que te hace agradecer estar vivo. Y qué bonito es levantarse y alegrarte porque te toca ir a chambear, porque tienes la bendición de trabajar en eso que de solo pensar, te hace sonreír.

Sonrían más,

Johanna