sábado, marzo 16, 2013

Te extraño, viejo


Te extraño, viejo.

Lo cual es un toque raro, porque nos vemos una vez a la semana – o por lo menos lo intentamos. Te extraño cuando te hablo y me doy cuenta de que no me estás prestando atención. Te extraño cuando de repente mi historia se puso muy larga y me cortas y empiezas a hablar de otra cosa.

Te extraño cuando intento contarte algo y tu atención se centra en mi medio hermano. Sí, ya sé, viejo. Ya estoy grande para andar poniéndome celosa de esas cosas. Y creo que simplemente es por el hecho de que él vive contigo y yo no. Pero no me malinterpretes, igual lo quiero.

Te extraño y en todo este asunto de hacerlo, lo más irónico es que comprendo por qué lo hago. Sé que te sacas la mugre trabajando para que no me falten cosas. Sé que atiendes llamadas 24/7 y que por eso a veces no puedes seguir el hilo de lo que te estoy contando.

Sé que muchas veces no me contestas las llamadas o me cortas apurado porque justo llamé cuando alguno de tus jefes te reclamaba por algo que no salió a tiempo. Sé también que en innumerables oportunidades terminas supervisando proyectos de madrugada y por eso te quedas dormido cuando intentamos ver una película juntos.

Sé todas esas cosas, viejo. Y agradezco que, aunque sea a duras penas intentes mantenerte al tanto de lo que pasa en mi vida. Agradezco que me preguntes cómo estoy a pesar de que a veces ni siquiera te quedes a esperar la respuesta. Agradezco que te saques la mugre por mí y que intentes, a tu manera, hacerme feliz.

Y aunque te sigo extrañando, te comprendo y te acompaño. Gracias por hacer este esfuerzo desde hace casi 20 años. No eres perfecto pero sigues siendo mi viejo y te amo.


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Mi papá no sigue mi blog así que probablemente no lo lea pero no sé por qué me sentí con ganas de escribir esto hoy. Ha sido un día intenso y acompañé a mi viejo a resolver una crisis que tuvo en el trabajo. 

Y bueno, nada... probablemente sea lo más feeling que he escrito en lo que va del 2013... y fácil en la historia de todo el blog. 

Abrazos, 
Johanna.

martes, marzo 12, 2013

Función a segunda vista


Imagen: http://mexicokafkiano.com

Un zona tan conocida como una sala de cine puede esconder mil y un cosas a las que muy pocos han prestado atención.

Estoy por entrar a ver una película por segunda vez, por amor a mis acompañantes, y no puedo evitar fijarme en ciertos detalles que de otra manera no hubiera visto.

Las salas son, en promedio, amplias y siempre del mismo color, un negro que te envuelve y contribuye con el aire de misterio que se produce al apagarse las luces.

Las butacas, todas iguales, cómodas pero no demasiado. Un cuadrado rojo, ni tan vivo ni tan oscuro, relleno de material suave que preserva nuestra apreciada retaguardia por 120 minutos.

Los previos comienzan y la gente sigue entrando. ¿Está libre este asiento? No, ocupado. Aquí la puntualidad pasa disfrazada como la cualidad de oro que solo algunos poseen.

Cuando las luces se apagan me doy cuenta de que la gente ya no observa fijamente la pantalla. Un pequeño y común acompañante reclama atención en distintas partes de la película. Vibra, suena, interrumpe. Y bastante.

Masticamos cancha como si se tratase de un reflejo natural. Los barriles vienen en distintos tamaños y colores. Azul, verde limón, rosado chicle. En este particular cine, el rosado puede volverse a llenar.

Todos se ríen de los mismos chistes, se asombran en las mismas partes y los aparatitos siguen fastidiando.

Está el que ríe escandalosamente, el que pide explicaciones y el que demanda silencio. Por dos horas son una especie de familia, cada uno con su rol. Aunque no sepan ni cómo se llama el de enfrente.

La función termina y la sala queda inmunda. Cancha en el piso, gaseosas vacías, la bebida derramada... Es único. Volvamos la próxima semana.


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Escribí esto para una clase de la universidad. Nos pidieron describir un lugar que nos pareciera interesante y para mí, aunque muchos critiquen mi poca imaginación, no hay nada más interesante que una sala de cine. Es mi lugar favorito. Sí, #cinéfiladetected.

Anyway, interesante ¿no? Cómo algo tan divertido puede, en realidad, resultar siendo algo bastante monótono. Seguimos una misma rutina cada vez que vamos al cine, con mínimas variantes. Y sin embargo, no nos aburrimos.

Abrazos, 
Johanna.