Imagen: http://mexicokafkiano.com |
Un zona tan conocida
como una sala de cine puede esconder mil y un cosas a las que muy pocos han
prestado atención.
Estoy por entrar a
ver una película por segunda vez, por amor a mis acompañantes, y no puedo
evitar fijarme en ciertos detalles que de otra manera no hubiera visto.
Las salas son, en
promedio, amplias y siempre del mismo color, un negro que te envuelve y
contribuye con el aire de misterio que se produce al apagarse las luces.
Las butacas, todas
iguales, cómodas pero no demasiado. Un cuadrado rojo, ni tan vivo ni tan
oscuro, relleno de material suave que preserva nuestra apreciada retaguardia
por 120 minutos.
Los previos comienzan
y la gente sigue entrando. ¿Está libre este asiento? No, ocupado. Aquí la
puntualidad pasa disfrazada como la cualidad de oro que solo algunos poseen.
Cuando las luces se
apagan me doy cuenta de que la gente ya no observa fijamente la pantalla. Un
pequeño y común acompañante reclama atención en distintas partes de la
película. Vibra, suena, interrumpe. Y bastante.
Masticamos cancha
como si se tratase de un reflejo natural. Los barriles vienen en distintos
tamaños y colores. Azul, verde limón, rosado chicle. En este particular cine,
el rosado puede volverse a llenar.
Todos se ríen de
los mismos chistes, se asombran en las mismas partes y los aparatitos siguen
fastidiando.
Está el que ríe
escandalosamente, el que pide explicaciones y el que demanda silencio. Por dos
horas son una especie de familia, cada uno con su rol. Aunque no sepan ni cómo
se llama el de enfrente.
La función termina
y la sala queda inmunda. Cancha en el piso, gaseosas vacías, la bebida
derramada... Es único. Volvamos la próxima semana.
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Escribí esto para una clase de la universidad. Nos pidieron describir un lugar que nos pareciera interesante y para mí, aunque muchos critiquen mi poca imaginación, no hay nada más interesante que una sala de cine. Es mi lugar favorito. Sí, #cinéfiladetected.
Anyway, interesante ¿no? Cómo algo tan divertido puede, en realidad, resultar siendo algo bastante monótono. Seguimos una misma rutina cada vez que vamos al cine, con mínimas variantes. Y sin embargo, no nos aburrimos.
Abrazos,
Johanna.
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