domingo, enero 22, 2012

El globo rojo

Siempre he visto globos y siempre me han gustado; globos grandes, pequeños y de distintos colores. Y obviamente, antes ya había visto miles de globos rojos pero no sé por qué este globo en particular me llamó la atención. ¡Era tan brillante!

Lo encontré una tarde cuando caminaba por la colina. Toda la situación fue muy extraña... ¿qué hacía un globo rojo en una colina? Pero bueno, no me preocupó mucho. No lo agarré y no sentí deseos de hacerlo... era solo un globo rojo. Un globo rojo muy brillante, pero un globo al fin.

No sé por qué pero comencé a encontrar el globo cada vez que iba a la colina... ¡y nunca lo agarraba! Porque no era mío y siempre he permanecido reacia ante la idea de agarrar algo que no me pertenece.

Pero también pensaba: “Si el globo siempre está ahí es porque no debe ser de nadie ¿no?” Y cada vez me animaba más ante la idea de llevarme el globo a casa, idea que antes no me atraía para nada.

Hasta que por fin llegó el día en que me decidí y dije que me llevaría el globo a casa... y entonces apareció él, el jardinero que mantenía la colina tan bella como estaba acostumbrada a verla. Y él dijo algo que yo no esperaba oír, ¡me dijo que ese globo sí tenía propietario!

¿Cómo era eso posible? ¿Entonces por qué el brillante globo rojo siempre estaba ahí cuando yo iba a la colina? ¿Y por qué yo nunca había visto al famoso dueño del globo rojo cada vez que iba a ese lugar? No, no, eso no era posible.

El jardinero me dijo que el propietario del globo rojo era un niño, como yo, excepto que un poco más callado, y que no sabía por qué el niño no se llevaba su globo rojo a casa. El infante venía cuando no había nadie cerca y pasaba horas con su globo, jugando sin ningún otro amiguito; y luego, llegada cierta hora, se iba a casa... sin el globo.

Otros niños se acercaban a ver el globo pero nadie pasaba tanto tiempo observándolo como yo. ¡Tan brillante, tan rojo! Realmente me había acostumbrado a la idea de llevármelo a casa. Y si... ¿Y si ese niño no quería al globo y por eso siempre lo dejaba? ¿Y si el jardinero se había confundido y ese era solo un niño cualquiera que al igual que yo venía a observar el globo cada vez que podía?

Pero no, lo cierto es que ese brillante globo rojo no era mío y aunque era tan brillante, si no es mío, no es mío y no podía llevármelo a casa. Así que con un poquito de pena -pues ya había pensado en amarrar el globo a la puerta de mi cuarto y colocarlo ahí- me despedí del globo rojo.

Y aunque no llegué a entender por qué el objeto estaba siempre en la colina y no en el cuarto del niñito al que le pertenecía, igual le dije: “¡Chau globo rojo! ¡Tan brillante, tan rojo!”

FIN

Y en este momento deben estar pensando “¿Y esta qué rayos fumó? ¿Mandarse a escribir tanto de un insignificante globo rojo?”.

Pero bueno, ¡todos han tenido un globo rojo en su vida! Pensemos un poquito y tratemos de identificarlo. Siempre ha habido algo que nos llamó la atención y que por circunstancias de la vida, decidimos dejar atrás. Esa decisión a veces puede ser mala y otras buena, todo depende de las circunstancias.

Quizás tu historia con el globo rojo no acabó en un “Chau” como ésta, quizás en tu historia el globo se reventó, el jardinero estaba mintiendo o no sé, tantas cosas que pueden pasar. ¿Qué o quién es tu globo rojo?

Concluyo con esto: Si sabes que debes decir “¡Chau, globo rojo!” es genial que te decidas por hacerlo. Y si en realidad logras llevar el globo rojo a tu casa, es genial que puedas disfrutar de él, tan brillante y tan rojo.

¡Abrazos a montón! (Por cierto, amo los abrazos ¿ya se los había dicho?)

Johanna.

domingo, enero 15, 2012

Como cuando somos los culpables

¡Feliz 2012 super atrasado!

Mucho tiempo sin escribir algo decente, lo siento. Aunque no sé si esto lo sea... anyway, aquí vamos.

¿Alguna vez se han sentido decepcionados? Creo que todos ¿no? Aunque sea alguna vez hemos puesto nuestras esperanzas en alguien, le hemos confiado algún secreto o hemos esperado que haga algo que finalmente no hizo.

Pero a veces, la decepción que sentimos no es responsabilidad de nadie, porque somos nosotros mismos los que nos mentimos, los que alentamos esos pensamientos medios locos que suelen aparecer hasta que llegan a ocupar gran parte de nuestra mente.

Cuando alguien te decepciona quizás es un poco más fácil -desde mi punto de vista-, porque puedes enfocar todo lo que sientes en esa persona, en ese ser humano que sin querer, o quizás queriendo, te falló.

Pero cuando eres tú el responsable, es otro cantar. Cuando la decepción te la has producido tú mismo, te fregaste. ¿Cómo molestarte contigo mismo? ¿Cómo decir “nunca más” si es tu mente la que te juega esas malas pasadas?

No sé si eso les ha pasado a muchos pero a mí me suele pasar. Creo que es desagradable crear toda una historia en tu cabeza y luego ver que en realidad tu mente estaba jugando contigo y manipulando la realidad.

Y lo más triste es que, a pesar de que te diste cuenta de la verdad, es tu mismo cerebro el que SIGUE INTENTANDO HACERTE CAER. ¡Eres tú versus tú, hombre! Tus sentimientos y tu lado irracional versus tu pequeño sentido de supervivencia que grita desesperado “¡No caigas de nuevo! ¡Sabes que no es cierto!”.

Pero ¿qué hacemos? Hay que aceptarlo, el 90% de las veces, caemos de nuevo.

Si jurábamos que nos iban a dar el aumento y luego nos damos cuenta de que en realidad eso no iba a pasar, nos decepcionamos e inmediatamente intentamos culpar al jefe que nos sonrió prácticamente como diciendo “¡ESPERA EL AUMENTO!” y después de unos minutos de drama, nos damos cuenta de que en realidad, los verdaderos culpables, -redoble de tambores- somos nosotros mismos. Y en ese momento, OUCH, porque la verdad duele. Sin embargo, esta dosis de lucidez nos dura poco, porque como ya dije, el 90% de las veces terminamos convenciéndonos UNA VEZ MÁS de que quizás y al final sí nos den el aumento, que solo tenemos que esperar un poco más.

Este asunto del aumento es solo un ejemplo. Puede que esta cosa de la auto-decepción pase con temas profesionales, sentimentales, familiares, etc. ¡Decepción, decepción everywhere!

No tengo ningún consejo porque la verdad yo todavía lucho con eso –y creo que lo haré por mucho tiempo más- pero considero importante andar haciendo una revisión de lo que estamos pensando y de en qué estamos poniendo nuestras esperanzas. Si es posible, atemos nuestros pies a la tierra con ladrillos para asegurarnos de no volar tanto.

El mejor remedio: “Espera lo mejor pero prepárate para lo peor”.

Y recuerden, el único que no falla es Cristo.

¿Ustedes qué piensan? ¿Les suele pasar o nunca se han auto-decepcionado? Como siempre, es interesante leerlos.

¡Abrazos a montón!

Johanna.