domingo, enero 15, 2012

Como cuando somos los culpables

¡Feliz 2012 super atrasado!

Mucho tiempo sin escribir algo decente, lo siento. Aunque no sé si esto lo sea... anyway, aquí vamos.

¿Alguna vez se han sentido decepcionados? Creo que todos ¿no? Aunque sea alguna vez hemos puesto nuestras esperanzas en alguien, le hemos confiado algún secreto o hemos esperado que haga algo que finalmente no hizo.

Pero a veces, la decepción que sentimos no es responsabilidad de nadie, porque somos nosotros mismos los que nos mentimos, los que alentamos esos pensamientos medios locos que suelen aparecer hasta que llegan a ocupar gran parte de nuestra mente.

Cuando alguien te decepciona quizás es un poco más fácil -desde mi punto de vista-, porque puedes enfocar todo lo que sientes en esa persona, en ese ser humano que sin querer, o quizás queriendo, te falló.

Pero cuando eres tú el responsable, es otro cantar. Cuando la decepción te la has producido tú mismo, te fregaste. ¿Cómo molestarte contigo mismo? ¿Cómo decir “nunca más” si es tu mente la que te juega esas malas pasadas?

No sé si eso les ha pasado a muchos pero a mí me suele pasar. Creo que es desagradable crear toda una historia en tu cabeza y luego ver que en realidad tu mente estaba jugando contigo y manipulando la realidad.

Y lo más triste es que, a pesar de que te diste cuenta de la verdad, es tu mismo cerebro el que SIGUE INTENTANDO HACERTE CAER. ¡Eres tú versus tú, hombre! Tus sentimientos y tu lado irracional versus tu pequeño sentido de supervivencia que grita desesperado “¡No caigas de nuevo! ¡Sabes que no es cierto!”.

Pero ¿qué hacemos? Hay que aceptarlo, el 90% de las veces, caemos de nuevo.

Si jurábamos que nos iban a dar el aumento y luego nos damos cuenta de que en realidad eso no iba a pasar, nos decepcionamos e inmediatamente intentamos culpar al jefe que nos sonrió prácticamente como diciendo “¡ESPERA EL AUMENTO!” y después de unos minutos de drama, nos damos cuenta de que en realidad, los verdaderos culpables, -redoble de tambores- somos nosotros mismos. Y en ese momento, OUCH, porque la verdad duele. Sin embargo, esta dosis de lucidez nos dura poco, porque como ya dije, el 90% de las veces terminamos convenciéndonos UNA VEZ MÁS de que quizás y al final sí nos den el aumento, que solo tenemos que esperar un poco más.

Este asunto del aumento es solo un ejemplo. Puede que esta cosa de la auto-decepción pase con temas profesionales, sentimentales, familiares, etc. ¡Decepción, decepción everywhere!

No tengo ningún consejo porque la verdad yo todavía lucho con eso –y creo que lo haré por mucho tiempo más- pero considero importante andar haciendo una revisión de lo que estamos pensando y de en qué estamos poniendo nuestras esperanzas. Si es posible, atemos nuestros pies a la tierra con ladrillos para asegurarnos de no volar tanto.

El mejor remedio: “Espera lo mejor pero prepárate para lo peor”.

Y recuerden, el único que no falla es Cristo.

¿Ustedes qué piensan? ¿Les suele pasar o nunca se han auto-decepcionado? Como siempre, es interesante leerlos.

¡Abrazos a montón!

Johanna.

No hay comentarios: