Pasa que a veces tomamos
decisiones y parece que realmente es lo mejor que nos ha podido pasar. Era
justo lo que necesitaba, me encanta que esté pasando esto y mil de ese tipo. Es
genial sentir que estamos en un gran momento en nuestras vidas o que llegó esa
oportunidad que realmente necesitábamos.
Pero unas cuantas veces,
muchas en realidad, pasa el tiempo y nos damos cuenta de que en efecto no era
lo que queríamos. Nos auto-torturamos diciéndonos que no debimos nunca aceptar,
que sabíamos que en realidad no iba a funcionar y así como teníamos muchas
frases motivadoras, descubrimos que también tenemos bastantes frasecitas para mandar
nuestros ánimos junto con el Titanic. Al fondo.
Entonces, my friend, nos
arrepentimos. Y lo peor de esta cosa de arrepentirse es que no vamos a
recuperar el tiempo perdido. Es más, muchas veces ni siquiera vamos a poder
cambiar en ese momento lo que no nos gusta sino que nos va a tocar ajustarnos
los pantaloncitos y hacer tripas corazón. Ahora, desde mi punto de vista esto
del arrepentimiento sale por dos cosas:
La primera es porque realmente
tomaste una mala decisión y en serio la fregaste. Y en este caso, si estás en
posibilidad de cambiar algo, cámbialo. Si no puedes hacerlo, AGUANTA y la
próxima vez métele un poco más de papa al caldo y piensa mejor las cosas.
La segunda, y la más común, es
porque pasa algo malo o las cosas se ponen difíciles y al instante pensamos que
FUELAVIDA, que en realidad tomamos la peor decisión y merecemos la muerte. Pero
tranquilo, chino. El tema con esta segunda opción es que siempre, siempre,
siempre (elevado al infinito) algo no va a salir como lo planeamos. Algo inesperado
–y no necesariamente bueno- pasará. Pero eso no significa que todo esté mal.
Significa que estás en la vida
real, en donde las cosas no siempre salen bien, en donde tomar una decisión no
significa que vivirás en un mundo de colores indefinidamente. Y en donde cada
cierto tiempo te tomará por sorpresa una crisis en las que quieres tirar todo a
la basura por algo que no está yendo bien.
Arrepentirse no siempre es
realmente arrepentirse. Muchas veces es simplemente miedo a la situación que se
acaba de poner difícil. Respira, come algo dulce y métele más punche.
Debo trabajar en eso. Y
bastante.
Un abrazo,
Johanna.