Hoy vi una imagen (la que está en el post) que me hizo
pensar en todo lo que me gustaría lograr y en por qué rayos no lo estoy haciendo;
en cómo hace meses estaba llena de energía y ahora a duras penas cumplo la meta
del día –si es que la tengo.
Cuando queremos hacer algo
siempre empezamos con todas las pilas puestas y mientras pasan los días parece
que se acabaran más rápido que marca bamba y el conejito de Energizer deja de
correr.
Las cosas no salen bien a la
primera, nos frustramos y empezamos a echarle la culpa a todo lo que sucede,
menos a nosotros. Que si el clima, que si tus papás, que si los amigos, pero nunca
nos preguntamos qué es lo que NOSOTROS estamos haciendo mal o simplemente no
estamos haciendo.
Pasa que los sueños son tuyos y
de nadie más, entonces ¿no eres tú el que debe hacer algo para cumplirlos? La
vida no es justa y las cosas no van a llover del cielo, hay que trabajar duro,
sudarla, pasarla mal y aún peor, y recién ahí empezar a ver algunos resultados.
Pero si nos estancamos en echarle la culpa a todo lo demás que pasa en lugar de
preguntarte cuál es tu papel en eso que quieres lograr, no avanzaremos.
La envidia es fácil. Sentarte en
un rincón a ver las fotos que tus “amigos exitosos” colocan en Facebook y
llorar porque tu vida no es así, es la opción más clásica pero también la que
te condena a ser un forever amargado.
Entonces toca sacudirse el
pesimismo, recordar qué rayos queremos hacer y empezar a hacerlo de una buena
vez. Pasito a pasito, día por día, sin echarle la culpa a nadie y sacando el
pechito porque ya estamos grandes para berrinches.
Abrazos,
Johanna
p.d ¡Estoy por entrar a mi último
ciclo de la universidad! En proceso de cambio de trabajo y emocionada por todo
lo que se viene.