Ayer fui a ver Cuerda, el unipersonal de Wendy Ramos. Ya mucha, mucha, MUCHA gente la vio
porque la obra ha ido y venido por varias ciudades del Perú, pero pues a mí
recién me tocó ayer. Wendy lo hizo espectacular y me pareció muy bacán cómo a
través de lo que cuenta de su vida, tú puedes ir viendo cómo va la tuya.
Ella tenía una cuerda atada a
la cintura que no la dejaba alcanzar ciertas partes del escenario y uno deduce
que la cuerda representa aquellas cosas que la limitan. Pero, ¿será que la
cuerda también podemos ser nosotros mismos y tenerla en cualquier parte? Me puse a pensar en eso cuando salí
del teatro y seguí pensándolo hoy en la oficina. ¿Cuántas veces somos nosotros
mismos los que decimos ‘No, eso no es para mí’ y no nos animamos a probar algo
que podría terminar siendo bastante positivo (aunque al principio no parezca)?
Nos encanta jugar en la zona
segura, nos encanta buscar el mundo de colores y quejarnos cuando no logramos
alcanzar esa ‘felicidad’ por una que otra cosa; pero ¿no sería mejor aprender a
disfrutar del blanco y negro también? ¿Tratar de ser feliz aun cuando nada haya
salido como esperábamos?
Loco ¿no? Porque qué razón
tendría yo para andar contenta cuando nada ha salido como quiero. Solo se me
ocurre una, y es que eso es vivir. Lo bueno, lo malo, lo feo, lo ácido y lo
dulce, todo es vida y aprender a disfrutar de cada momento hará que no nos
empalaguemos. No hay que atarse,
cerrarse o enfrascarse; hay que mirar con amor a las sonrisas y por qué
no, con ternura a las lágrimas.
No te ates con la cuerda de lo
‘seguro’, que arriesgarse vale la pena y se disfruta bastante cuando le
encuentras el gusto.
Abrazos,
Johanna
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