Siempre he visto globos y siempre me han gustado; globos grandes, pequeños y de distintos colores. Y obviamente, antes ya había visto miles de globos rojos pero no sé por qué este globo en particular me llamó la atención. ¡Era tan brillante!
Lo encontré una tarde cuando caminaba por la colina. Toda la situación fue muy extraña... ¿qué hacía un globo rojo en una colina? Pero bueno, no me preocupó mucho. No lo agarré y no sentí deseos de hacerlo... era solo un globo rojo. Un globo rojo muy brillante, pero un globo al fin.
No sé por qué pero comencé a encontrar el globo cada vez que iba a la colina... ¡y nunca lo agarraba! Porque no era mío y siempre he permanecido reacia ante la idea de agarrar algo que no me pertenece.
Pero también pensaba: “Si el globo siempre está ahí es porque no debe ser de nadie ¿no?” Y cada vez me animaba más ante la idea de llevarme el globo a casa, idea que antes no me atraía para nada.
Hasta que por fin llegó el día en que me decidí y dije que me llevaría el globo a casa... y entonces apareció él, el jardinero que mantenía la colina tan bella como estaba acostumbrada a verla. Y él dijo algo que yo no esperaba oír, ¡me dijo que ese globo sí tenía propietario!
¿Cómo era eso posible? ¿Entonces por qué el brillante globo rojo siempre estaba ahí cuando yo iba a la colina? ¿Y por qué yo nunca había visto al famoso dueño del globo rojo cada vez que iba a ese lugar? No, no, eso no era posible.
El jardinero me dijo que el propietario del globo rojo era un niño, como yo, excepto que un poco más callado, y que no sabía por qué el niño no se llevaba su globo rojo a casa. El infante venía cuando no había nadie cerca y pasaba horas con su globo, jugando sin ningún otro amiguito; y luego, llegada cierta hora, se iba a casa... sin el globo.
Otros niños se acercaban a ver el globo pero nadie pasaba tanto tiempo observándolo como yo. ¡Tan brillante, tan rojo! Realmente me había acostumbrado a la idea de llevármelo a casa. Y si... ¿Y si ese niño no quería al globo y por eso siempre lo dejaba? ¿Y si el jardinero se había confundido y ese era solo un niño cualquiera que al igual que yo venía a observar el globo cada vez que podía?
Pero no, lo cierto es que ese brillante globo rojo no era mío y aunque era tan brillante, si no es mío, no es mío y no podía llevármelo a casa. Así que con un poquito de pena -pues ya había pensado en amarrar el globo a la puerta de mi cuarto y colocarlo ahí- me despedí del globo rojo.
Y aunque no llegué a entender por qué el objeto estaba siempre en la colina y no en el cuarto del niñito al que le pertenecía, igual le dije: “¡Chau globo rojo! ¡Tan brillante, tan rojo!”
FIN
Y en este momento deben estar pensando “¿Y esta qué rayos fumó? ¿Mandarse a escribir tanto de un insignificante globo rojo?”.
Pero bueno, ¡todos han tenido un globo rojo en su vida! Pensemos un poquito y tratemos de identificarlo. Siempre ha habido algo que nos llamó la atención y que por circunstancias de la vida, decidimos dejar atrás. Esa decisión a veces puede ser mala y otras buena, todo depende de las circunstancias.
Quizás tu historia con el globo rojo no acabó en un “Chau” como ésta, quizás en tu historia el globo se reventó, el jardinero estaba mintiendo o no sé, tantas cosas que pueden pasar. ¿Qué o quién es tu globo rojo?
Concluyo con esto: Si sabes que debes decir “¡Chau, globo rojo!” es genial que te decidas por hacerlo. Y si en realidad logras llevar el globo rojo a tu casa, es genial que puedas disfrutar de él, tan brillante y tan rojo.
¡Abrazos a montón! (Por cierto, amo los abrazos ¿ya se los había dicho?)
Johanna.
1 comentario:
MMM interesante el globo rojo...es una imagen muy sugestiva...creo que siempre el asunto es dejarlo no?, a fin de cuentas al tenerlo perdería su encanto...:)
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