sábado, octubre 01, 2016

Es peligrosa

Ilustración: Jonny Ruzzo
La decepción es algo con lo que lidiamos toda la vida. Desde que empezamos a relacionarnos con los demás. Quién no se dio cuenta que algún amigo no era lo que pensaba o sus padres, algún familiar, qué sé yo. Tendemos a poner nuestras expectativas en un nivel que sobrepasa lo que en realidad es. Esperamos que la gente sea como nosotros anhelamos que sean, y cuando nos damos cuenta que no es así, aparece la decepción. Casi como sentirse ofendido porque el otro no llenó el espacio que tú supusiste que le quedaría perfecto.
Pero creo que la peor parte de la decepción es cuando llega dirigida hacia ti mismo. Cuando te das cuenta de lo que eres, de dónde estás, de lo que haces, y te sientes así, ofendido por tu misma vida, por no ser lo que esperabas, por no dar la talla que una vez te pusiste a ti mismo y que por supuesto, estabas seguro lo harías.


La decepción es peligrosa, nos hace olvidar que todo es impredecible, que nosotros mismos somos impredecibles hasta con nuestros pensamientos. Hay que tener cuidado.






1 comentario:

Pepe Farfán dijo...

Es cierto lo que dices, y eso significa que -al final- no son las personas las que nos decepcionan sino las expectativas que prefabricamos sobre ellas (muchas veces, sin siquiera conocerlas). Tal vez al comienzo lo mejor es dar a las personas un voto de neutralidad: dejarlas ser delante de nosotros, y dejar que sean ellas mismas las que construyan las expectativas que debemos tenerles. Sin exagerar, claro, porque el mundo está lleno de aquellos que buscan engañar a los demás y hasta a sí mismos. Saludos